Hasta que la muerte nos separe

¿Ser o no ser Resident Evil? A pesar de que la aventura castiza de Leon S. Kennedy se alzó como uno de los juegos de 2005, no fueron pocos los nostálgicos que renegaron del cambio que lo alejó de las entregas clásicas de la saga, en parte porque se dejó en el camino los fundamentos del subgénero survival horror. Basta con echar un vistazo a los foros de esta misma web para comprobar que hay opiniones divergentes. En cualquier caso, el cambio de perspectiva (lógico bajo nuestro punto de vista) y la adaptación a los nuevos tiempos se tradujeron en un juego de acción sobresaliente que muchos gozamos durante horas y horas.

Está claro que un título perteneciente a una saga consagrada como Resident Evil levanta mucha expectación. Desde que se anunció han corrido ríos de tinta con especulaciones e información de la compañía (o de otras fuentes) que han dado al jugador una idea más o menos aproximada de lo que puede esperar. En el caso de Resident Evil 5, la expectación siempre ha ido acompañada de polémica. Sin ánimo de meternos en camisas de once varas, diremos que el juego de Capcom tiene de racista lo que su predecesor de xenófobo, es decir, nada. Hay que disfrutar de estas cosas sin complejos. Hemos encañonado a gente de varias razas y nacionalidades en Resident Evil, Siren Blood Curse y Grand Theft Auto sin distinción, como dirían de Harry el sucio.

Los protagonistas de la serie principal de Resident Evil siempre han ido en parejas, como los guardias civiles de antaño. Resident Evil 5 retoma a Chris Redfield (al que todos recordamos del primer juego y de Code: Veronica) y nos presenta a Sheva Alomar, una chica que se ganará nuestra simpatía a diferencia de Ashley Graham. Ambos pertenecen a la BSAA, una organización que lucha contra el terrorismo biológico, y se encuentran en un país ficticio del África profunda con el fin de acabar con posibles vestigios de la omnipresente Umbrella. El objetivo es un tipo llamado Irving (no tan histriónico como Alfred Ashford, pero casi) que está metido hasta el cuello en un asunto muy turbio, el proyecto Uroboros.

No queremos ni debemos desvelar más detalles del argumento, que no llega a las cotas de calidad de Code Veronica pero afortunadamente está por encima del “unos aldeanos pseudoeuropeos han secuestrado a la hija del presidente de Estados Unidos” de Resident Evil 4. Creemos que los seguidores quedarán satisfechos con los acontecimientos del juego, que en líneas generales está bien ligado al de las entregas que le preceden gracias, en parte, al consabido fan service. Sheva, la novedad más importante de Resident Evil 5, cae en gracia y se perfila como un personaje muy interesante para la franquicia. Pocos se harán con el juego por el argumento, para qué negarlo, pero eso no quita que sea adecuado para la media de la serie. Tiene sus tópicos, por supuesto, a pesar de que la inspiración en la serie B ya no es tan evidente como antes.

Con una jugabilidad prácticamente calcada a la de Resident Evil 4, que dio muy buenos resultados, se nota que Capcom (a diferencia de Konami con el último Silent Hill) ha preferido ir a lo seguro y no arriesgar más de lo necesario con la quinta parte. Quizá el término “calcada” es algo injusto, porque se le han dado pinceladas aquí y allá que, sin llegar a marcar una diferencia considerable, consiguen que la experiencia sea todavía más satisfactoria.